Hubo,
una vez, una ranita presumida que se creía la reina de los
batracios del jardín.
La
tal rana pasaba el día
mirándose en la superficie de las charcas como quien se mira en un espejo. Ella se creía tan linda que su orgullo y
vanidad la hicieron insoportable.
Una
mañana de primavera, la ranita se hallaba tomando sol entre las flores de la
orilla, cuando se le acercó un sapo, no muy guapo
que digamos.
¡Buenos
días, señorita! Dijo el sapo con voz maliciosa “La veo tan linda que de
mil amores me casaría con su alteza”
¡Oiga, oiga, don Sapo! lo interrumpió
indignada la ranilla ¡¡Sepa que no me arreglo para gente de "poca monta" como
usted!! Marche, marche de ahí enseguida a buscar una pareja de su clase, que me
da miedo mirarlo. ¡¿No se ha visto en el espejo?!
El pobre sapo, avergonzado de
su fealdad, se hundió en el lodo llorando su desventura. Pero, muy pronto,
halló la rana el castigo a su soberbia.
En
sus numerosas zambullidas se encontró de manos a boca con una culebra de agua
que, aproximándose demasiado al pequeño anfibio, le dijo:
—¡¡Me parece, preciosa mía, que vas a servirme
de suculento banquete esta mañana!!
Y,
uniendo la acción a las palabras, introdujo en su enorme boca una de las
patitas de la rana. Ésta, sintiéndose malherida, empezó a croar
desesperada y, acordándose del sapo, comenzó a llamarlo a grandes voces.
— ¡¡Don Sapo!! ¡¡Don Sapo!! ¡¡Venga por favor!! ¡¡Socorro!! ¡¡Ay, don Sapo!! ¡¡Que me devora un monstruooooooooo!!
El
sapo acudió presuroso y, dando con su boca un enorme tirón a la cola de
la culebra, la obligó a soltar su presa.
—Usted
perdone, don Sapo —se explicó la rana—, cuanto le dije hace un momento... fue cosa de
nervios.... la verdad no me parece usted tan feo y…,creo tenerle cariño....
Al fin se casaron… Ella se convenció
que la fealdad del cuerpo no es cosa importante si está compensada con la
belleza del alma.
MORALEJA: La vanidad ofensiva es un ego
enfermo que con aire de superioridad, ejerce poder en un momento determinado,
pero solo esconde su vulnerabilidad